SENTIR

Sentir el vuelo excesivo de las rosas,

la gota intermitente de lo etéreo,

la nube incandescente de los besos,

un espacio que nos acosa en el vértigo,

una llama que despeja lo que que anhelo.

Sentir, una a una las esperas,

el cielo que nadie puede verlo,

sutiles atmósferas del rayo,

alondras que anidan en mi pecho.

Sentir el pasado de las hojas de lo nuestro,

metáforas escondidas sobre el aura,

arborescentes y diáfanas palabras

que pueblan el silencio de los sueños.

Sentir, demasiadas voces del calendario,

un acueducto que responde el ocaso,

las noches que dejamos entre líneas,

un dorso de piedras y de barro.

Sentir tantas veces el errátil manto,

las hercúlea voluntad de lo inefable,

sigilos atrapados mientras vamos

en sucintas horas sobre lo ingrávido.

Sentir, decenas de caprichosas derrotas,

elixires que surgen de la náusea,

eclosiones de inmensas sugerencias

en aquetípicas mañanas de fango.

Sentir, ¡casi no siento el aire!

Minúsculas palomas me traspasan,

excéntricas escenas de lo vano,

un acrisolado álbum que despeja

el viento de vendavales raros.

Sentir, sentirme, a veces defraudado,

una esponja seca mis lágrimas,

es el grito del hombre a sus dioses

en la noche eterna de la nada.

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